Como varias fueron atrapadas en pleno robo, decidieron emigrar con sus prácticas delictivas a Caucete y Sarmiento, donde los vendedores las tienen menos identificadas.
Las pillaron con las manos en la masa y rápidamente fueron detenidas por la Policía y juzgadas por el sistema de flagrancia. Este nuevo mecanismo judicial asustó a las mecheras que acostumbraban a robar en los comercios de Capital. Es por esta razón que decidieron huir y continuar con sus prácticas delictivas en departamentos donde son menos conocidas por los vendedores, tal es el caso de Caucete y Sarmiento.
Si bien la flagrancia funciona en las comunas mencionadas anteriormente, a las mecheras les juega a favor que la comunidad no las identifique y pueden pasar inadvertidos sus robos hasta que los vendedores realicen arqueos al finalizar el día.
Fuentes policiales aseguraron que los comerciantes capitalinos han notado una disminución del mecherismo. Advertidos ante esta huída a otros departamentos, se ha reforzado el control policial en los centros comerciales de Caucete y Sarmiento.
En el primer día de funcionamiento del sistema de flagrancia, uno de los detenidos fue un sujeto que se intentó llevar una campera de Falabella. Los guardias de seguridad lo interceptaron, la Policía llegó inmediatamente y también la fiscal, Virginia Branca. Este caso es una muestra de lo que sucede diariamente.
Es común que las mecheras actúen acompañadas de menores, que suelen ser sus propios hijos. Tienen dos estrategias. Una de ellas es ingresar a los locales con changuitos, en donde guardan lo que roban y el otro modo, es usarlos de campana. Lo peor es cuando la Policía descubre este tipo de hechos y los padres culpan a sus propios niños, evitando de este modo pasar por un calabozo.